Los ‘70s se caracterizaron, principalmente, por la evolución de muchas cosas generadas en la década anterior, desde lo cultural hasta lo tecnológico. Si me preguntaran qué es lo que remarcaría de esos años, señalaría dos que posiblemente no valoraría la mayoría, pero que estaban allí e hicieron ruido en su momento: fue la década de los viajes interplanetarios y la en la que el rock desde lo musical dio un enorme paso adelante. ¿Cómo congeniamos ambos ítems? Si aceptamos que todo hecho cultural o científico está estrechamente ligado con su época y que suele ser un fiel reflejo de ésta, intentaremos algo. Veamos, no es tan difícil.
Allá por 1971, un descubrimiento pasó inadvertido para una gran cantidad de personas, pero no para un pequeño círculo de científicos e intelectuales. Un observatorio orbital halló un extraño objeto en la constelación del Cisne (Cygnus en latín), compañero de una poderosa fuente de emisión de rayos X, precisamente identificada como Cygnus X-1. El misterioso compañero de la estrella pulsante debía ser un agujero negro.
Los agujeros negros no eran cosa nueva, ya habían sido imaginados por un astrónomo inglés llamado John Michell unos 200 años antes. Pero no pasaban de ser una muy interesante teoría. E invitaban a imaginar fantásticos viajes por el universo a través de ellos. Recién en el siglo pasado se reflotó esta teoría que fue cobrando mayor fuerza hasta convertirse en una gran certeza astronómica.
¿Qué nos estaría faltando ahora para iniciar un viaje épico por entre las estrellas? Una nave, claro. Esta historia también es vieja y desde hace mucho tiempo el hombre ha imaginado muchas formas de alcanzar esos objetos lejanos que cuelgan del firmamento. Con posterioridad a la aventura marciana de las Viking I y II, en 1977 llegó la oportunidad de trascender el espacio interestelar. Y la NASA mandó a esos ignotos lugares dos naves, las Voyager I y II, que ya tenían sus antecesoras en estos menesteres, las Pioneer 10 y 11, solo que aquéllas eran más sofisticadas y portaban los famosos discos con diversas grabaciones sonoras, además de música. A mi juicio, son las naves espaciales más maravillosas que jamás se hayan construido. Y son los objetos que más lejos hemos enviado al espacio. Y que también invitaban e invitan a fantasear bastante.
La nave Voyager
La cubierta del disco a bordo de la nave Voyager
En algún momento, todo este bagaje de información debió haber caído cerca de un tal Neil Peart, baterista y letrista de Rush. Y el muchacho lo aprovechó y muy bien. Neil venía de una gran obra conceptual, 2112 (1976), empapada de toda esa idea individualistay pro-capitalistaprovista por la escritora Ayn Rand en su novela Anthem. Es llamativo. Neil suele tener su costado progresista, más evidente, y también su costado conservador, que no siempre resulta fácil hermanar con el otro. Pero la cosa resultó así, 2112 es un álbum impecable desde lo musical y desde la letra. Pero ahora el desafío era mayor. La idea es clara: el Universo mismo dividido en dos facciones, porque como ocurre en todos los órdenes de la vida los humanos nos dividimos en dos facciones. Son idiosincrasias muy fuertes, pero que en determinado momento pueden y deben funcionar juntas.
¿Y cómo relacionamos esto con los viajes espaciales? A ver, en 1977 Neil también imaginó viajes intergalácticos, facilitados por los impulsos gravitatorios de los agujeros negros, a bordo de su nave Rocinante. El tema que cierra el álbum A Farewell to Kings (1977) describe esa posibilidad aunque también nos muestra lo poco amables que podrían ser los corredores intergalácticos para cualquier viajero. Y como sería lógico suponer, el tema en cuestión se llamó Cygnus X-1, The Voyage (El Viaje).
Al año siguiente, Rush tenía otro disco para grabar, y Peart tenía la oportunidad de cerrar esta historia. El disco se llamó Hemispheres y si de 2112 dije impecable, este nuevo fue lo impecable de lo impecable. El primer lado, que es el que me interesa desde lo conceptual, al igual que 2112 trae unsolo tema, el Libro II de Cygnus X-1, Hemispheres. Un viaje a los comienzos de los tiempos, dioses griegos con diferentes pareceres e intereses, algunos que traen la sabiduría, otros el amor, la eterna dicotomía del ser humano que lo arrastra al Armagedón, una tremenda batalla entre el corazón y la mente , hasta que aparece un semi-dios, o seudo-dios, Cygnus, que llega para detener el caos y establecer un balance. Y con un mensaje final que nos dice que a pesar de nuestras diferencias, si todos perseguimos metas parecidas, podemos andar el camino juntos.
¿La música? ¿Qué vamos a decir de la música? Todo muy acorde a semejante literatura, muy acorde a la clase de este grupo canadiense y muy acorde a esa década, aunque se sepa que con ese trío instrumental es muy difícil que algo salga mal. Rush en 1978: (de izq. a der.) Alex Lifeson, guitarras, Neil Peart, batería, y Geddy Lee, bajo, teclados y voz.
Cualquier cosa que yo dijera ahora sería totalmente parcial, desde el momento en que creo que un disco como Hemisferios está seguramente entre los tres o cuatro mejores discos que yo escuché en mi vida. Sin olvidarme del tema del final, La Villa Strangiato, un instrumental de casi 10 minutos que es un compendio de virtuosismo y genialidad. Y todo inspirado en un sueño que tuvo el guitarrista Alex Lifeson, que se tomó el trabajo de anotar todo lo que le decían unas extrañas voces y así surgieron el título y las doce partes de que consta el tema. Pero eso sería motivo para otra charla, tal vez.
Un clásico de Rush, The Trees, en vivo en 1978 en la TV canadiense
Si, ya sé. Con un par de días de retraso. Pero bueno, todos esperamos que lo hayas pasado muy lindo y para la próxima esperamos estar más atentos. El saludo de todos los que hacemos este blog.
Debo haber escuchado algo de ellos por primera vez allá por el '86, más o menos. Tal vez en una de esas tantas charlas o encuentros con amigos, cervecita o vino mediante, Marlboro box y buena música, previa a una salida nocturna. Un amigo desaparecido, Luis Mourin, tenía en su casa un cassette que le había acercado su por entonces futuro cuñado, Ricardo Iorio (actual cantante, bajista y líder de Almafuerte), con casi 30 min. de música en el que sólo se advertía como identificación The Residents, de aquí en más, los Residents.
La tapa del álbum "Eskimo" (1979)
Una música muy singular, generadora de atmósferas extrañas, indescriptibles, con sonidos rayanos a una experiencia lisérgica o vaya a saber uno qué otra clase de viaje. Que parece tener influencias de todo y a la vez de nada. Inclasificable. Junto con Daniel Pirrotta, otro amigo de la infancia, tratamos de buscar más información, fracasando repetidamente en cuanto lugar se imaginen, hasta llegamos a mandar por encomienda a EE.UU. una copia del cassette a la compañía grabadora, Ralph Records, en San Francisco para poder identificar la obra. No supimos muy bien en manos de quién cayo ese cassette, tampoco recibimos una respuesta taxativa a nuestra inquisición, pero algo nos empezó a aclarar un poco el panorama. Nos mandaron un fanzine. Con más data sobre la discografía, anduvimos buscando durante algún tiempo infructuosamente por disquerías, radios y redacciones de revistas, y nada. Intenté, inclusive, hacerle una pregunta en inglés a uno de los muchachos que atendían en una exposición de música under y no tanto en el Instituto Goethe, inútilmente, el alemán era más cerrado que culo de muñeco. Pero, muy gentilmente, me facilitó otro cassette con un par de discos grabados, que si llevabas un cassette virgen podías copiar.
El clip original de Satisfaction, de los Rolling Stones, simple grabado en 1976.
Seguían las dudas, o aumentaban, porque después de escuchar el primer álbum (se llama Meet The Residents , de 1972, y la tapa es una parodia sobre la del 1er. álbum de The Beatles, Meet The Beatles) y uno posterior, Not Available (1978), seguían los interrogantes. Si lo que ya habíamos escuchado parecía bastante misterioso, estos dos últimos lo eran mucho más, una música tan especial que ya no cabía encasillarla en el universo under. Voces muy extrañas, ritmos exóticos, climas atrapantes pero muy, muy densos. A esta altura, los primeros discos de Frank Zappa, Captain Beefheart y Soft Machine se parecían más a High School Musical que a lo que en verdad eran. Gracias a gente conocida, fuimos completando la discografía hasta ese momento, y fue que, hacia fines de los 80s con la difusión del CD, pudimos obtener más datos. Ahí pudimos identificar nuestra cinta. Se trataba de un EP llamado "Intermission", de 1981.
¿Tan difícil era todo? Y, sí. Tanto que, un número de Expreso Imaginario de 1980 que yo conservaba y que por azar encontré en casa, pasó a ser un objeto de culto entre algunos de mis amigos. En el artículo, que lleva por título "mami... ¿quiénes son los residentes?", se echa un poco de luz sobre la carrera musical de esta gente, los inicios, su relación con un oscuro personaje llamado N. Senada y con otro desconocido guitarrista, ya fallecido, Phil "Snakefinger" Lithman, Snakefinger para los conocidos. De más está decir que no hay casi nada de información sobre los Residents por estas tierras.
¿Remedando a Led Zeppelin, quizás?
Pero faltaba algo esencial en toda esta historia, que jamás se pudo revelar, ni siquiera hasta hoy.Habremos visto algún que otro ejemplo de bandas que por un cierto tiempo ocultaron la identidad de sus integrantes, o sus rostros, pero este caso es bien distinto. Jamás se conocieron las identidades de los Residents, y jamás se conocieron sus verdaderos rostros. Lo único que se sabe es que son cuatro, y que son de alguna parte de EE. UU. Es decir, ni siquiera el origen exacto de la agrupación. Algunas especulaciones señalan que son o fueron un grupo estudiantes de diseño gráfico de Louisiana. Otras, dejan entrever que uno de los músicos llegó del este de Texas. Pero no mucho más. Y de lo que sí se tiene certeza es que un día, a principios de los '70s, se mudaron a San Francisco. Allí encontraron el nombre para su proyecto, cuenta la historia que decidieron mandarle un demo al director artístico de Warner Bros., que había sido capaz de interesarse en cosas como los citados Captain Beefheart y que, al no saber quiénes eran los remitentes del demo, les mandó su carta de respuesta dirigiéndose simplemente a "Los Residentes".
Pese a todo este brumoso asunto, se puede decir que los Residents han tenido su costado popular en algún momento de los '80s, cuando su "Mole Show" era presentado por Penn Jillette, el del inefable dúo Penn & Teller, dos excéntricos magos y comediantes estadounidenses. Y cabe señalar, por otra parte, que han sido verdaderamente pioneros en lo que hace a animación y gráficos computados. Cuando se comenzaron a ver los primeros videoclips con animaciones en 3D, a mediados de los 80s, los Residents ya tenían sus videos hechos con la misma tecnología varios años antes. Y crearon su propia compañía a tal efecto.
The Residents en Night Music, en la NBC - From Plains To Mexico (1990)
Actualmente, los Residents siguen con su interminable carrera. No sabemos si será posible conocer sus identidades algún día, pero entre tanto, continúan con sus extravagancias, su fino sentido del humor sobre el escenario y fuera de éste también, y su inoxidable talento.
Mientras seguimos desentrañando el misterio, aquí van algunos de los recomendables:
- Meet The Residents (1972) - Duck Stab! / Buster & Glen (1978). Son dos EPs en un solo álbum. - The Commercial Album (1980). Originalmente, el vinilo venía con 40 canciones de 1 minuto. - Intermission (1981) - Stars & Hank Forever (1986). Son todas versiones de temas de Hank Williams, de un lado, y de las marchas de John Philip Sousa del otro. - God In Three Persons (1988). La intro es un tema cuya letra son los créditos completos del disco. - The Mole Show - Live in Holland (1989) - Cube-E: Live in Holland (1990) - Roosevelt 2.0 (2000) - Petting Zoo (2002)
Ayer por la noche, cerca de las 22.00, diferentes reportes señalan el avistaje de un impresionante fenómeno en el cielo de Entre Ríos. Todo indica que un meteorito habría caído en una zona ubicada entre las ciudades de San Salvador y Villaguay, en el centro geográfico de la provincia, a unos 200 kilómetros al este de Paraná. Y si bien hasta ahora no se ha dado con el lugar preciso en donde pudo haber impactado el objeto, se supone que éste pudo haber sido de un tamaño considerable, aún cuando no haya terminado de golpear contra la superficie terrestre, ya que se sabe que pueden explotar antes de hacerlo. Al respecto, los testigos indican que se escuchó un enorme estruendo que hizo vibrar con fuerza los vidrios de las casas a decenas de kilómetros.
Si tenemos en cuenta que una distancia como la del centro de la Provincia de Entre Ríos a la Ciudad de Buenos Aires para la astronomía es casi nada, o casi lo mismo, la cosa se pudo haber puesto muy brava. Estos son fenómenos poco habituales en estas zonas del país, pero nunca imposibles. ¿Habremos experimentado algo similar al episodio de Tunguska en Siberia, en 1908? El tiempo lo dirá. Mientras tanto, y por las dudas, de vez en cuando hagan una miradita para arriba.
Si yo tuviera que mencionar una banda de rock que me pegó y muy fuerte cuando la empecé a escuchar, no dudaría en citar a King Crimson. La conocí de casualidad, y pareciera que los grandes aconteciemientos tienen lugar así, habrá sido allá por principios de los 80s. Estábamos hablando de música con una compañera del trabajo bastante más grande que yo, y me refirió un disco de un grupo llamado King Crimson, con una tapa blanca y que lo que más recordaba era que tenía un tema que se llamaba Easy Money. Yo conocía muy por arriba algún que otro material de KC pero más actual. Me puse a buscar y lo encontré en una disquería de usados. El disco se llama "Larks' Tongues in Aspic" (lenguas de alondra en aspic), y el pasado 23 de marzo se cumplieron 35 años de su edición.
Después de 3 o 4 escuchadas, me pregunté: "¿qué pasa acá?". Terrible. Nunca había escuchado nada parecido. Easy Money es uno de los temas cantados del disco, pero a mí me impresionaron mucho más los instrumentales. Arrasan los oídos de cualquier escucha. El tema que da nombre al álbum, dividido en dos partes... el hipnótico "The Talking Drum" (ese bajista es un animal, pensaba). Comencé a tener la sensación de que ya nada sería igual para mí. Más adelante, en charlas con amigos o conocidos me encantaba pelearme con otros fans, más seguidores del Crimson de los 80s (con Adrian Belew y Tony Levin) que de la vieja formación (con Bill Bruford, John Wetton y David Cross), concluyendo, después de un tiempo, que la vieja, que se separó en 1974 es quizás la que menos adeptos tuvo. Cosa que a mí nunca dejará de resultarme curiosa.
King Crimson en 1974: de izq. a der., John Wetton, David Cross, Robert Fripp y Bill Bruford.
Nos habremos encontrado años más tarde en algún concierto (en verdad, desde la primera vez que Robert Fripp vino por acá no dejé de ir a verlo nunca), en el Ópera con los dos tríos, con sus alumnos del Guitar Kraft, con los Soundscapes y Frippertronics, con el G3 de Joe Satriani y Steve Vai, aunque recuerdo muy especialmente el del Teatro Cervantes en el '94. El músico al servicio de su público. El tipo (hablo de Fripp) tenía por costumbre observar un ratito antes cómo estaba de público la sala. Y se mandaba al escenario por entre el público. A mí me ocurrió algo singular ese día, llegué unos minutos antes y me paré detrás de la última fila. Miraba para qué lado tenía que estar mi ubicación y en eso me doy cuenta de que lo tenía a don Robert parado justo al lado mío, pero ni bien me di cuenta giró y se fue caminando muy tanqui, entre vítores, hacia el escenario. Ah, y además propuso que el público le hiciera preguntas así que no me quise perder la chance de hacerlo y lo hice. Al finalizar el show terminaron dando otro mini concierto en el hall de entrada del teatro, con todo el público ahí, casi subiéndoseles encima. Una experiencia difícil de olvidar, aunque conociéndolo un poco a Fripp, todo es posible.
Hoy, buscando otra cosa, me encontré con Larks' y me empezaron a pasar un montón de cosas por la memoria. Y pensé, por qué no hablar un poco de esto.
Hoy se conmemora el 26to. aniversario de un hito. Esta frase quedaría bien, tal vez, de no haber sido por todos los hechos de que estuvo rodeado aquel acontecimiento, el de la Guerra de Malvinas. Entonces, también se puede decir que estamos a 26 años de una intentona por recuperar poder disfrazada de gesta patriótica, llevada adelante por un grupo de comandantes militares altamente incompetentes. Gente que no representaba sino la máxima expresión de nuestro costado negativo como sociedad: improvisados, escasamente informados sobre el poder del enemigo seleccionado entre nuestras hipótesis de conflicto, pero eso sí, orgullosamente prepotentes para acometer la acción. Alguna vez un funcionario inglés nos definió mejor que nadie a los argentinos: "son esa gente que pretende parecerse a los ingleses, aunque se conducen como italianos y hablan en español". Yo añadiría, somos un pueblo con una profunda vocación tercermundista, aunque el propio país se nos resista. Esto entre otras tantas contradicciones que espero algún día resolvamos.
Después de acabado el conflicto, me pregunté qué hubiera hecho yo. No pierdo de vista que tan solo por una cuestión cronológica, de meses, no estuve allí llegado el caso. Dejo en claro que no soy belicista, y sostengo que buscarse una guerra no exalta precisamente las bondades del intelecto humano. Pero, separando estas cuestiones de conciencia individual, o de prejuicios, o de ideología por qué no, tengo mi posición. Si me hubiera tocado participar lo hubiera hecho con mucho gusto. Creo que por encima de cualquier razón está la Patria, que en definitiva es tu casa. Quizás tengamos suerte y algún político entienda esto alguna vez. Y creo que ese sentimiento quedó incorporado en la mayoría de los soldados a los que les tocó ir a defenderla. Y a fin de cuentas, lamentablemente -muy lamentablemente- es todo lo que me queda como saldo positivo de ese momento de nuestra historia. Saber que hubo gente que estuvo a la altura de las circunstancias pese a que quienes cargaban con la mayor responsabilidad no lo estuvieron. Después discutimos todo lo demás.
Recuerdo haber cruzado unas pocas palabras con un comodoro de la Fuerza Aérea en pleno conflicto, cuyas expresiones fueron tajantes delante de una audiencia de unas pocas decenas de personas: "estamos buscando donaciones, ropa fundamentalmente, para los chicos que fueron a CAGARSE DE FRÍO AL SUR". Estábamos haciendo un curso de programación, y este tipo, cuyo nombre ahora no recuerdo, era el coordinador del curso. Cuando nos acercamos a él junto con otro compañero y le preguntamos por lo enfáticas de sus palabras, sólo comentó: "la verdad, muchachos, es que hemos mandado al muere a un montón de jóvenes", palabras más, palabras menos. Y se fue.
Era cierto, y muy cierto, aquello de que "la primera víctima de la guerra es la verdad", como dijo el congresista demócrata estadounidense, Hiram Johnson, en 1917.Así las cosas. Simplemente quisiera decir ¡nunca más a las aventuras como ésta! ¡Y honor y gratitud a nuestros jóvenes héroes!