SOMOS UNA GENERACIÓN ESPECIAL, SURGIDA DE UN COLEGIO ESPECIAL.
lunes, 21 de abril de 2008
HEMISFERIOS.
Los ‘70s se caracterizaron, principalmente, por la evolución de muchas cosas generadas en la década anterior, desde lo cultural hasta lo tecnológico. Si me preguntaran qué es lo que remarcaría de esos años, señalaría dos que posiblemente no valoraría la mayoría, pero que estaban allí e hicieron ruido en su momento: fue la década de los viajes interplanetarios y la en la que el rock desde lo musical dio un enorme paso adelante. ¿Cómo congeniamos ambos ítems? Si aceptamos que todo hecho cultural o científico está estrechamente ligado con su época y que suele ser un fiel reflejo de ésta, intentaremos algo. Veamos, no es tan difícil.
Allá por 1971, un descubrimiento pasó inadvertido para una gran cantidad de personas, pero no para un pequeño círculo de científicos e intelectuales. Un observatorio orbital halló un extraño objeto en la constelación del Cisne (Cygnus en latín), compañero de una poderosa fuente de emisión de rayos X, precisamente identificada como Cygnus X-1. El misterioso compañero de la estrella pulsante debía ser un agujero negro.
Los agujeros negros no eran cosa nueva, ya habían sido imaginados por un astrónomo inglés llamado John Michell unos 200 años antes. Pero no pasaban de ser una muy interesante teoría. E invitaban a imaginar fantásticos viajes por el universo a través de ellos. Recién en el siglo pasado se reflotó esta teoría que fue cobrando mayor fuerza hasta convertirse en una gran certeza astronómica.
¿Qué nos estaría faltando ahora para iniciar un viaje épico por entre las estrellas? Una nave, claro. Esta historia también es vieja y desde hace mucho tiempo el hombre ha imaginado muchas formas de alcanzar esos objetos lejanos que cuelgan del firmamento. Con posterioridad a la aventura marciana de las Viking I y II, en 1977 llegó la oportunidad de trascender el espacio interestelar. Y la NASA mandó a esos ignotos lugares dos naves, las Voyager I y II, que ya tenían sus antecesoras en estos menesteres, las Pioneer 10 y 11, solo que aquéllas eran más sofisticadas y portaban los famosos discos con diversas grabaciones sonoras, además de música. A mi juicio, son las naves espaciales más maravillosas que jamás se hayan construido. Y son los objetos que más lejos hemos enviado al espacio. Y que también invitaban e invitan a fantasear bastante.
La nave Voyager
La cubierta del disco a bordo de la nave Voyager
En algún momento, todo este bagaje de información debió haber caído cerca de un tal Neil Peart, baterista y letrista de Rush. Y el muchacho lo aprovechó y muy bien. Neil venía de una gran obra conceptual, 2112 (1976), empapada de toda esa idea individualistay pro-capitalistaprovista por la escritora Ayn Rand en su novela Anthem. Es llamativo. Neil suele tener su costado progresista, más evidente, y también su costado conservador, que no siempre resulta fácil hermanar con el otro. Pero la cosa resultó así, 2112 es un álbum impecable desde lo musical y desde la letra. Pero ahora el desafío era mayor. La idea es clara: el Universo mismo dividido en dos facciones, porque como ocurre en todos los órdenes de la vida los humanos nos dividimos en dos facciones. Son idiosincrasias muy fuertes, pero que en determinado momento pueden y deben funcionar juntas.
¿Y cómo relacionamos esto con los viajes espaciales? A ver, en 1977 Neil también imaginó viajes intergalácticos, facilitados por los impulsos gravitatorios de los agujeros negros, a bordo de su nave Rocinante. El tema que cierra el álbum A Farewell to Kings (1977) describe esa posibilidad aunque también nos muestra lo poco amables que podrían ser los corredores intergalácticos para cualquier viajero. Y como sería lógico suponer, el tema en cuestión se llamó Cygnus X-1, The Voyage (El Viaje).
Al año siguiente, Rush tenía otro disco para grabar, y Peart tenía la oportunidad de cerrar esta historia. El disco se llamó Hemispheres y si de 2112 dije impecable, este nuevo fue lo impecable de lo impecable. El primer lado, que es el que me interesa desde lo conceptual, al igual que 2112 trae unsolo tema, el Libro II de Cygnus X-1, Hemispheres. Un viaje a los comienzos de los tiempos, dioses griegos con diferentes pareceres e intereses, algunos que traen la sabiduría, otros el amor, la eterna dicotomía del ser humano que lo arrastra al Armagedón, una tremenda batalla entre el corazón y la mente , hasta que aparece un semi-dios, o seudo-dios, Cygnus, que llega para detener el caos y establecer un balance. Y con un mensaje final que nos dice que a pesar de nuestras diferencias, si todos perseguimos metas parecidas, podemos andar el camino juntos.
¿La música? ¿Qué vamos a decir de la música? Todo muy acorde a semejante literatura, muy acorde a la clase de este grupo canadiense y muy acorde a esa década, aunque se sepa que con ese trío instrumental es muy difícil que algo salga mal. Rush en 1978: (de izq. a der.) Alex Lifeson, guitarras, Neil Peart, batería, y Geddy Lee, bajo, teclados y voz.
Cualquier cosa que yo dijera ahora sería totalmente parcial, desde el momento en que creo que un disco como Hemisferios está seguramente entre los tres o cuatro mejores discos que yo escuché en mi vida. Sin olvidarme del tema del final, La Villa Strangiato, un instrumental de casi 10 minutos que es un compendio de virtuosismo y genialidad. Y todo inspirado en un sueño que tuvo el guitarrista Alex Lifeson, que se tomó el trabajo de anotar todo lo que le decían unas extrañas voces y así surgieron el título y las doce partes de que consta el tema. Pero eso sería motivo para otra charla, tal vez.
Un clásico de Rush, The Trees, en vivo en 1978 en la TV canadiense
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