Y no a pasar un papelón. En realidad, fui al Luna en compañía de mi simpatía y un par de amigos a ver a La Filarmónica del Colorado.

Arrancaron con Sleepwalker (me siento identificado, créanlo) de United Abominations y después siguieron con una catarata de clásicos infernal. Quiero detenerme en el 3er. tema. ¡Tocaron Take No Prisoners! ¡Colorado, sos un hijo de mil putas! En cuanto Dave avanzó con ese brutal riff, nos miramos con mis amigos y creo que le dije a la niña: “¿no me ves más joven?” Se sonrió, aunque no sé si me habrá entendido, lo cierto es que me sentí transportado 20 años atrás de un saque. Y la misma sensación con Hangar 18, Holy Wars/The Punishment Due, Sweating Bullets, Peace Sells, Trust (para mí, su último clásico) y por supuesto, el Himno Nacional Metalero, Symphony Of Destruction. Nuevamente volvimos a saltar al compás de ¡Megadeth-Megadeth-Aguante Megadeth!

Megadeth modelo 2008.
Ya no tenemos la conjunción Mustaine-Ellefson-Friedman-Menza. Pero eso a casi nadie le interesa. Sonaron de vuelta como la ostia, en el buen sentido, claro. Hay que remitirse a los shows de 1994 en Obras para encontrarse con algo parecido. Tal vez yo no vaya a experimentar muchos más impactos como éste por un tiempo largo. Por la música y por el mensaje. Mustaine convirtió claramente a Megadeth en una banda política desde el primer momento. Hay que repasar sus letras, nunca se guarda nada. Es, quizás, como esa gente que alguna vez definió Perón en alguna conferencia: esas personas que sin militar jamás en política, entienden la política. Muy al contrario de tanta gente que, ejerciéndola, jamás la entiende.
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