
Cuántas bandas estadounidenses lo habrán pensado, pero qué pocas se atrevieron a revelar ese deseo. Principalmente las que arrancaban allá por comienzos o mediados de los ‘70s. Desde que Led Zeppelin inundó el mercado yanki con ese maremoto de furioso rock del que mamaron los Aerosmith, los Boston, los Van Halen, Randy Rhoads y otros, el mercado de ese país siempre estuvo a la expectativa de encontrarse con los nuevos Zeppelin, aunque, y aquí está lo bueno, a nadie en su sano juicio se le hubiera ocurrido subirse a un escenario y adoptar una postura que emulase al tándem Page-Plant, y menos aún tratar de sonar exactamente igual que El Martillo de los Dioses, porque como suele decirse por estos días bastante a menudo, la cosa se complicaría. No hubo antes ni después una banda que suene como Led Zeppelin sobre un escenario. Es que parece improbable que vuelva el pié derecho de John Bonham. Se fue allá por septiembre de 1980 y no hay miras de que regrese.

Llegando 1972, Steve Fossen, bajista y socio de los hermanos Fisher, embriagado con tantos vapores provenientes de esa caja recién abierta que alguien les había prodigado desde la Madre Patria, imaginó cómo la cosa podría andar un poco mejor. The Army ahora incluía en su repertorio varios covers de Led Zeppelin, pero el novel combo no daba con el cantante justo, fundamentalmente alguien capaz de llegar a los agudos de Robert Plant y que a la vez los transmita con fuerza. Se le ocurrió decirles a los Fisher “Ché (porque hablaba así, como un porteño), ¿se acuerdan de Ann Wilson, esa chica de la que les hablé, de la secundaria? Tiene una voz potente y con su registro podría funcionar” “¡Y daaaaaale!”, le habrán respondido. Esa tal Ann Wilson tenía pocos antecedentes, un intrascendente simple grabado con un grupo local llamado The Daybreaks y ninguna otra cosa relevante. Cuenta la historia que sus padres la mandaron a tomar clases de canto por consejo médico ya que de chica observaba una día tras día más evidente tartamudez, y tanta vocalización la ayudaría a redimir ese mal. Curiosa coincidencia con el caso de Jimmy Page, que con su constancia en el ejercicio de la guitarra finalmente pudo curar un incipiente cáncer en su niñez. Ann venía de una familia con entorno musical, eso sí, aunque sin grandes esperanzas de dedicarse a eso de lleno. Fue a la prueba y parece que la pasó con creces en lo estrictamente musical, los muchachos quedaron muy impresionados tanto que Mike le echó el ojo primero y algún tiempito después empezaría un noviazgo de imprevisibles consecuencias. Pero ese es otro tema. Además de las canciones de Zeppelin, se animaban también con material de Jethro Tull y con una estrambótica versión de Syberian Khatru, de Yes. Parece que la voz de la chica sobraba para cualquier cosa. Alguna cinta debe haber quedado dando vueltas por ahí de esos años, debe ser toda una pieza de colección, dado que desde los principios mismos Heart se distinguió por ser una banda en vivo, porque ahí es donde realmente suena auténtica. No tanto en el estudio, donde han hecho muy buenas cosas. En la cancha se ven los pingos, y ahí es en donde ellos se sienten a gusto, en los shows. Y si me empujan un poco, diría que son el grupo que mejores covers ha grabado en toda la historia del rock.

Todo comienzo importante tiene sus dificultades. Y acá no fue la excepción. El grupo debió moverse a Vancouver, Canadá, al poquito tiempo, porque el Tío Sam empezó a buscar gente para mandar a Vietnam y le apuntaron a Roger Fisher, ya por entonces novio de Nancy. En una nota reciente Nancy cuenta que el FBI llegó a meterse en su casa buscando a su novio. Hasta que en 1976 se declaró una amnistía y la banda pudo retornar a su país. De ahí que al principio muchos creían que eran canadienses, y a ellos incluso les gustaba jugar con esa confusión.
Heart haciendo "Barracuda" en California Jam II, en marzo de 1978.

Si Heart fuese una casa o un auto, quien siempre tiene las llaves es Ann Wilson. Probablemente sea así desde los ‘70s. Hace algún tiempo, Nancy comentaba en un reportaje que, en momentos en que se buscaba un actor que diera con el perfil preciso para ser el cantante de Stillwater, grupo en cuyo derredor gira la historia que se cuenta en la película Almost Famous, no fue sencillo hallarlo porque ya no hay cantantes con ese acento que ella ubica en los comienzos de la década del 70; como la película se sitúa en 1972, habla de un acento que a partir de ese año y con el correr del tiempo se perdió y nunca más se recuperó. Y la verdad es que Ann tenía y tiene ese acento. El mismo acento de los Robert Plant, los Ian Gillan, los Ronnie James Dio, los David Coverdale. Si nos fijamos un poco vemos que no aparece otra mujer en este ítem, sencillamente porque no la ha habido, y quién sabe si la habrá en el futuro. Ann Wilson ha sido una cantante única en este planeta rock. Y ha sido y es la columna vertebral de esta idea que, por lo visto, funcionó bastante bien. Y que seguirá así hasta que las velas no ardan.
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