Esta es la cara de la entrada del recital de febrero de 1981. Ese corte es toda una desprolijidad, claro.

No hay tanto para comentar que no se sepa de lo que es esta banda , especialmente en directo. El show arrancó con Hammer To Fall, le siguió Tie Your Mother Down, a éste Chicas Culonas (¡Si! Fat Bottomed Girls durante la dictadura militar significaba “Chicas Gorditas”) y después ya perdí la cuenta. Un Paul Rodgers muy sobrio como siempre, Brian May haciendo lo suyo de manera impecable con ese soberbio despliegue de multi-efectos para su Red Special, y Taylor con una tarea más que aceptable, nunca fue de mis bateros preferidos pero siempre ha conseguido destacarse en los conciertos.
Después de ese comienzo, me parece que empezó lo más emotivo de la noche, yo diría una catarata de emociones in crescendo que no se detuvo hasta el final, en un espectáculo que duró casi dos horas y cuarenta minutos. Primero, el mini-set acústico de Brian, casi en la punta del espigón del escenario, que incluyó Love Of My Life, la canción dedicada especialmente a los argentinos del álbum Hot Space, Las Palabras De Amor (yo imaginaba que la iban a hacer y no me equivoqué), y la siempre emocionante ’39. Luego llegó, en cuotas y ya les voy a contar por qué, el solo de Roger. Comenzó con una propuesta muy minimalista, apenas el bombo, el pedal y los palillos, y paulatinamente su asistente le iba sumando los demás elementos (fue muy celebrada la interacción con el bajista Daniel Miranda, que se trajo su stick al espigón y armaron cosas muy piolas, como la intro de Under Pressure). Y una vez que tuvo el set completo, hicieron, entre otros, I’m In Love With My Car y creo que trasca se mandaron con una simpática versión de I Want To Break Free.
Y si mencioné Under Pressure, debo decir que ese tema tiene el extraño poder de levantar hasta un muerto. Cuando tocaron las primeras notas, la gente se levantó para saltar y aplaudir. La que estaba en las plateas, digo. Para mí, personalmente, debería estar incluida en el Top Ten de los clásicos del grupo. Todavía hoy, veo el video promocional y se me sigue poniendo la piel de pollo. Y Brian lo presentó muy emocionado, hablando en un español bastante pasable (me gustó su frase en inglés "tengo un español de mierda, pero seguiré intentando"), como un tema que representa las vidas de cada uno de nosotros. Y que a la luz de lo que pasa hoy en el mundo, toma más vigencia aún.
Después llegarían el set en solitario de Brian con la eléctirca, que dura entre 10 y 15 minutos (ahí extrañé horrores a Brighton Rock) Radio Ga-Ga, Another One Bites The Dust, Bo Rhap (así solía anunciar Freddie a Bohemian Rhapsody) y Bijou, de Innuendo. En estos dos últimos, entró en juego con todo la enorme pantalla del fondo del escenario, con un Mercury virtual cantando partes de ambas canciones. Ni hablar de lo que eran las sensaciones de la gente a esa altura de la noche.
Llegó, más tarde, el turno de Paul. Tomó una acústica, y me tomó por sorpresa a mí y a todos haciendo Seagull, una bellísima balada del primer disco de Bad Company. Este tipo conserva una voz excepcional. Pero aquí quisiera hacer una observación: durante todo el recital tuve una extraña impresión, una suerte de disociación en mi cabeza. Muy a pesar de tener todo ahí delante mío, me costó relacionar la actuación de Paul Rodgers con la música de Queen. Para mí era pasar un rato de cada lado. Nunca mi cabeza llegó a mancomunar ambas cosas. Pero es solo un detalle. Tengamos en cuenta que son muy amigos y que la elección no es casual. Pensemos, por ejemplo, en el Festival “Leyendas de la Guitarra” de La Cartuja, Sevilla, en 1991. El final tuvo como gran protagonista a Paul Rodgers. Hay que destacar, también, la gran cantidad de amigos que ha cosechado el Doctor en Astronomía Brian May a lo largo de los años. Y así lo presentó ayer Paul, “The Doctor”.
Hay títulos que seguro me estoy olvidando. Vino también el clásico de Free All Right Now (hay que decir que por aquellos tiempos, principios de los ‘70s, Mr. Rodgers era firme candidato a reemplazar a Ian Gillan en Deep Purple, luego la historia se inclinaría por un tal David Coverdale, quien, casualmente, tenía como uno de sus principales referentes justamente a Paul Rodgers). Por un instante, pensé que si llegaba a cantar un tema de The Firm era para cerrar el estadio e irse, nomás. Le sucedieron I Want It All, Show Must Go On, y ya se preparaban los bises.
Ahí decidí bajarnos al campo y disfrutar en medio del quilombo, pero feliz. Los dos últimos temas no eran muy difíciles de adivinar. Alguna vez, Brian May, habiendo ido a ver un partido de fútbol, a la salida pensó en ese himno de los Hooligans, You’ll Never Walk Alone. E imaginó una canción con mucha pegada, mucho ritmo, como We Will Rock You. Que se fundiría, casi, con We Are The Champions, ese final único, incomparable, ocurrencia de Freddie, un sutil mensaje dirigido a muchos de sus coetáneos pertenecientes a otras bandas. De eso se trata esta dupla inseparable.
La despedida estaba cantada. Camisetas de la Selección Nacional para todos. El último en ponérsela fue Paul, mientras que la 10 se la llevó Brian.Y God Save The Queen, desde ya, no es ninguna canción. Al menos, en este lugar del mundo.
Después llegarían el set en solitario de Brian con la eléctirca, que dura entre 10 y 15 minutos (ahí extrañé horrores a Brighton Rock) Radio Ga-Ga, Another One Bites The Dust, Bo Rhap (así solía anunciar Freddie a Bohemian Rhapsody) y Bijou, de Innuendo. En estos dos últimos, entró en juego con todo la enorme pantalla del fondo del escenario, con un Mercury virtual cantando partes de ambas canciones. Ni hablar de lo que eran las sensaciones de la gente a esa altura de la noche.
Llegó, más tarde, el turno de Paul. Tomó una acústica, y me tomó por sorpresa a mí y a todos haciendo Seagull, una bellísima balada del primer disco de Bad Company. Este tipo conserva una voz excepcional. Pero aquí quisiera hacer una observación: durante todo el recital tuve una extraña impresión, una suerte de disociación en mi cabeza. Muy a pesar de tener todo ahí delante mío, me costó relacionar la actuación de Paul Rodgers con la música de Queen. Para mí era pasar un rato de cada lado. Nunca mi cabeza llegó a mancomunar ambas cosas. Pero es solo un detalle. Tengamos en cuenta que son muy amigos y que la elección no es casual. Pensemos, por ejemplo, en el Festival “Leyendas de la Guitarra” de La Cartuja, Sevilla, en 1991. El final tuvo como gran protagonista a Paul Rodgers. Hay que destacar, también, la gran cantidad de amigos que ha cosechado el Doctor en Astronomía Brian May a lo largo de los años. Y así lo presentó ayer Paul, “The Doctor”.
Hay títulos que seguro me estoy olvidando. Vino también el clásico de Free All Right Now (hay que decir que por aquellos tiempos, principios de los ‘70s, Mr. Rodgers era firme candidato a reemplazar a Ian Gillan en Deep Purple, luego la historia se inclinaría por un tal David Coverdale, quien, casualmente, tenía como uno de sus principales referentes justamente a Paul Rodgers). Por un instante, pensé que si llegaba a cantar un tema de The Firm era para cerrar el estadio e irse, nomás. Le sucedieron I Want It All, Show Must Go On, y ya se preparaban los bises.
Ahí decidí bajarnos al campo y disfrutar en medio del quilombo, pero feliz. Los dos últimos temas no eran muy difíciles de adivinar. Alguna vez, Brian May, habiendo ido a ver un partido de fútbol, a la salida pensó en ese himno de los Hooligans, You’ll Never Walk Alone. E imaginó una canción con mucha pegada, mucho ritmo, como We Will Rock You. Que se fundiría, casi, con We Are The Champions, ese final único, incomparable, ocurrencia de Freddie, un sutil mensaje dirigido a muchos de sus coetáneos pertenecientes a otras bandas. De eso se trata esta dupla inseparable.
La despedida estaba cantada. Camisetas de la Selección Nacional para todos. El último en ponérsela fue Paul, mientras que la 10 se la llevó Brian.Y God Save The Queen, desde ya, no es ninguna canción. Al menos, en este lugar del mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario