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Hasta aquí no he hecho otra cosa que traducir el nombre del tour que trajo otra vez a los Irons a la Argentina. El sábado, en Vélez, comentábamos con un amigo, no sin reírnos de buena gana, sobre eso que ya es todo un clásico en los conciertos de Maiden, cuando Bruce Dickinson sale a revolear la bandera británica mientras canta “The Trooper”. Y la reacción de la gente, reprobando el acto, y putéandolo a Bruce no sólo en inglés, en cuarenta idiomas más. Y el tipo, hay que decir que se la banca piola. Aunque después de eso todo vuelva a la normalidad.
-“Dickinson hace mucho que explicó el sentido de la bandera en ese tema”.
-“Y aquí parece que la gente no se da por enterada”, contesté.
-“Y lo más gracioso es que no solamente le ha pasado hoy, le ha pasado las veces anteriores también”.
-“Y el tipo dijo que a él no le importa. Que lo va a seguir haciendo. El tipo no es ningún pescado y sabe perfectamente que hubo una guerra hace 30 años”, le señalé.
Habrán pasado 10 minutos y alguien me tocó la espalda. Era un viejo conocido, Hernán, a quien solía ver frecuentar la radio en los tiempos que, vaya casualidad, La Doncella vino por primera vez al país. Recuerdo con qué ansias todos esperábamos ese momento, y ese mismo día me enteré en la radio que debería hacer las veces de reportero del recital. Convinimos que se haría por vía telefónica y así se hizo. Él la escuchó, y quiso venir a hablar conmigo un día. Ahí nos conocimos.
-“A mí este tipo de cosas siempre me pasan con Maiden”, le dije.
-“¿Qué cosas?”
-“Esto de los reencuentros y los recuerdos. Lo único que falta es que aparezca Julio.”
-“¡A Julio dejálo con los Beatles, ja ja!” (Y nos reímos todos).

-->A la salida, retomando un poco el tema de la bandera, yo recordaba lo que me pasó el día que empezó el conflicto de Malvinas. Y allí, extrañamente, también estaba Maiden. Si a uno le preguntan “¿en dónde estabas?” o “¿qué estabas haciendo?” cuando tuvo lugar algún acontecimiento grande, de esos que marcaron la historia para siempre, seguramente lo recuerda. A mí me ocurrió que, ese 2 de abril de 1982 andaba yo mirando vidrieras en la Galería Jardín. Al llegar a la disquería, dije “¡Eureka!”, allí estaba, la flamante tapa de “The Number Of The Beast”. Me habré quedado baboseándome media hora, más o menos, el local estaba cerrado y no podría preguntar el precio. Y ahí pasó quizás lo único que podría sustraerme de la hipnosis. En eso, comencé a sentir unos cánticos, no debería ser de un grupo de más de 10 o 12 chicos de mi edad, que correteaban con una bandera argentina por Florida.

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Me acerqué a uno de ellos y le pregunté:
-“¡Qué pasó!”
-“¿Cómo? ¿No te enteraste? ¡Los militares recuperaron Las Malvinas! ¡Vamos carajo!”
Para mí fue el comienzo de todo este asunto de interesarse por la política y revisar un poco la historia. Y para el país fue el comienzo de una historia de la que todos nos debemos una revisión.
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