martes, 19 de mayo de 2009

NO ME APURE SI ME QUIERE SACAR BUENO.


Por estos días, estuve leyendo cosas sobre ese movimiento originado en Europa llamado "Slow Food“, cuyo símbolo es un caracol; tiene su central en Italia (el sitio en Internet es muy interesante). La iniciativa empezó en 1986.


Sintéticamente, lo que el movimiento Slow Food predica es que las personas deben comer y beber lentamente, dándose tiempo para saborear los alimentos, disfrutando de la preparación, en convivencia con la familia, con los amigos, sin prisa y con calidad.


La idea es contraponerse al espíritu del Fast Food y lo que éste representa como estilo de vida. El Slow Food está sirviendo de base para un movimiento más amplio llamado Slow Europe como resaltó la revista Business Week, remarca el artículo.

La base de todo está en el cuestionamiento de la "prisa" generada por la globalización, por el deseo de "tener en cantidad" (nivel de vida) en contraposición al de "tener en calidad", "calidad de vida" o "calidad del ser".


Según la publicación, los operarios franceses, aunque trabajen menos horas (35 horas por semana) son más productivos que sus colegas estadounidenses o británicos. Y los alemanes, que en muchas empresas ya implantaron la semana de 28,8 horas de trabajo, vieron su productividad aumentar en un elogiable 20%.


Esa "slow attitude" está llamando la atención hasta de los estadounidenses, discípulos del "fast" (rápido) y del "do it now!" (¡Hágalo ya!). Significa trabajar y hacer las cosas con "más calidad" y "más productividad", y con menos estrés. Y busca retomar los valores de la vida en las pequeñas comunidades (la familia, los amigos, el tiempo libre, el placer del buen ocio).


Se pondera un ambiente de trabajo menos coercitivo, más alegre, más leve y por lo tanto más productivo donde los seres humanos realicen, con placer, lo que mejor sepan hacer.


Ya lo sé. Si el que lee esto está pensando lo que sería todo esto trasladado a nuestra cultura, la latinoamericana, y puntualmente a la argentina, en primer lugar le diría que hace muy bien. Aquí yo haría una observación: diferimos enormemente con otros países en el aspecto cultural, pero más aún, desde mi punto de vista, en el aspecto educativo.


Quien más, quien menos, habrá leído o escuchado sobre cómo son, por ejemplo, las sociedades en los países nórdicos. Alguna anécdota sobre Dinamarca, de una anciana señora que camina dos cuadras detrás de una persona que resulta ser un turista argentino para devolverle un fajo de billetes que se le había caído. O sobre la educación en Finlandia, en donde uno de los principios básicos que aprenden los niños es el respeto, estando casi obligados a preguntar “si tienen derecho a hacer tal o cual cosa” antes de proceder.


Los escandinavos que han recorrido estas tierras suelen observar atónitos ciertas conductas de los argentinos. Recuerdo un reportaje realizado hace unos años a Tarja Turunen, finlandesa y ex cantante de Nightwish y casada con un argentino, diciendo que le gustaban muchas cosas de los argentinos, pero no podía entender cómo ensucian tanto y sin la menor culpa el espacio público. Y podríamos seguir todo lo que resta del año hablando de las costumbres por las que desde afuera no somos tan bien vistos.


Cambiando el ángulo de observación, he aquí una anécdota sobre un coterráneo que anduvo por aquellas tierras, más precisamente Suecia, asombrado y sin haberse anoticiado apropiadamente del “slowdown” o "slow attitude".


Con respecto a los procesos globalizados que causan en nosotros una ansiedad generalizada en la búsqueda de resultados inmediatos, el hombre cuenta:


“Los suecos debaten, debaten, realizan "n" reuniones, ponderaciones, etc.

¡Y trabajan! con un esquema más bien “slowdown". Suecia es del tamaño del estado de San Pablo (Brasil). Y tiene tan sólo dos millones de habitantes.”


“Algunas empresas de capital sueco: Volvo, Scania, Skandia, Ericsson, Electrolux, ABB, Nobel Biocare , etc. Volvo es la que fabrica los motores propulsores para los cohetes de la NASA.”


“No conozco un pueblo, como pueblo mismo, que posea más cultura colectiva que los suecos.”


“La primera vez que fui para Suecia, en 1990, uno de mis colegas suecos me recogía del hotel todas las mañanas. Estábamos en el mes de septiembre, algo de frío y nevisca…”


“Llegábamos temprano a la Volvo y él estacionaba el auto muy lejos de la puerta de entrada (son 2000 empleados que van en coche a la empresa). El primer día no hice comentario alguno, tampoco el segundo, o el tercero.”


Una mañana le pregunté a mi colega: ¿Tienen ustedes lugar fijo para estacionar aquí?, pues noté que llegamos temprano, con el estacionamiento vacío y dejaste el coche al final de todo.... “


Y él me respondió simplemente:


"Es que como llegamos temprano tenemos tiempo para caminar, y quien llega más tarde, ya va a llegar retrasado y es mejor que encuentre lugar más cerca de la puerta. ¿No te parece?"


De eso se trata, creo. Hay una cultura y hay una educación, que inevitablemente harán que todo marche ordenadamente. Posiblemente, muy posiblemente, el mundo ha estado abandonando estos valores últimamente.


¿Y por casa? Piano, piano, si va lontano, dijo el tano. Vístanme despacio, que estoy apurado, dijo Napoleón. Conocemos estos refranes y frases desde chicos, pero… ¿qué tan lejos o tan cerca estaremos –hablo de nosotros los argentinos- de volver a eso?


martes, 12 de mayo de 2009

USTED ELIGE.

Desde aquí le sugerimos no haga méritos para
que nuestros próceres lo reprendan. Puede
ocurrir que...


O...


Queda usted debidamente notificado.

jueves, 7 de mayo de 2009

LOS QUE ESTUVIMOS.

Lindo encuentro, más dedicado al período más temprano del IEIM, tal vez. En las fotos estamos: Javiera Gutiérrez, Patricia Di Trapani, Pablo Martín y el organizador (pavada de organizador) Mauricio Bravo. Fue en Olivos, el viernes 1ro. de mayo.





¿Photoshop pidieron? Como decía ese separador de la Rock & Pop, "...Porque la beshhhessa... ¡está en nuestro interior!".

lunes, 4 de mayo de 2009

EPIDEMIA A LA VISTA.

En estos días, hablábamos en casa de la cantidad de epidemias y pandemias que amenazan constantemente al mundo. Fiebre amarilla, Paludismo, Dengue, Fiebre hemorrágica, Tifus, Gripe Porcina, cuando no es el Ébola, el Hanta Virus o el Mal de San Vito. ¿Qué está pasando? ¿Nos están lloviendo las siete plagas de Egipto de un saque? Cuando las reparticiones pertinentes comienzan a tirar cifras sobre salud, uno no sabe cómo reaccionar, si con preocupación o matándose de risa: que un 45% de la población es asmática, que un 40% padece algún tipo de cáncer, que un 38 es cardíaco, que un 20 es sordo, que un 10 o un 15 tiende a sufrir el Mal de Alzheimer, que den las gracias si no es el mal de Lou Gehrig, esa enfermedad que provoca hipertofia muscular, algo como lo que hoy están padeciendo varios ex jugadores de fútbol italianos, por ejemplo. Y uno piensa: no somos un país, somos una enfermería. Para no decir que estamos todos hechos mierda. Por suerte, no es tan así.


Cuando se comenzó a hablar, hace mucho, del Síndrome de Inmunodeficiencia Humana, se hablaba también de una cantidad pavorosa de infectados en todo el mundo, y nos hacíamos la misma pregunta. Alguien un poco más sensato que el resto y con cierto conocimiento de causa me decía, “Ojo, todavía hay enfermedades que matan a muchas más personas que el VIH: el tabaquismo es una.” Y en nuestro país, otra causa de muertes en altísima proporción la ocasionan los accidentes de tránsito, sin ir más lejos.


Algún presidente estrenado hace muy poco en su cargo, lo dijo con mucha prudencia: “No hay que ser alarmistas”, aún reconociendo la gravedad del caso. Todavía existe el mejor remedio: la prevención y, fundamental, la información. Y si tuviésemos funcionarios que no falseen datos o directamente los oculten como si esto fuera una guerra, tanto mejor.