lunes, 4 de mayo de 2009

EPIDEMIA A LA VISTA.

En estos días, hablábamos en casa de la cantidad de epidemias y pandemias que amenazan constantemente al mundo. Fiebre amarilla, Paludismo, Dengue, Fiebre hemorrágica, Tifus, Gripe Porcina, cuando no es el Ébola, el Hanta Virus o el Mal de San Vito. ¿Qué está pasando? ¿Nos están lloviendo las siete plagas de Egipto de un saque? Cuando las reparticiones pertinentes comienzan a tirar cifras sobre salud, uno no sabe cómo reaccionar, si con preocupación o matándose de risa: que un 45% de la población es asmática, que un 40% padece algún tipo de cáncer, que un 38 es cardíaco, que un 20 es sordo, que un 10 o un 15 tiende a sufrir el Mal de Alzheimer, que den las gracias si no es el mal de Lou Gehrig, esa enfermedad que provoca hipertofia muscular, algo como lo que hoy están padeciendo varios ex jugadores de fútbol italianos, por ejemplo. Y uno piensa: no somos un país, somos una enfermería. Para no decir que estamos todos hechos mierda. Por suerte, no es tan así.


Cuando se comenzó a hablar, hace mucho, del Síndrome de Inmunodeficiencia Humana, se hablaba también de una cantidad pavorosa de infectados en todo el mundo, y nos hacíamos la misma pregunta. Alguien un poco más sensato que el resto y con cierto conocimiento de causa me decía, “Ojo, todavía hay enfermedades que matan a muchas más personas que el VIH: el tabaquismo es una.” Y en nuestro país, otra causa de muertes en altísima proporción la ocasionan los accidentes de tránsito, sin ir más lejos.


Algún presidente estrenado hace muy poco en su cargo, lo dijo con mucha prudencia: “No hay que ser alarmistas”, aún reconociendo la gravedad del caso. Todavía existe el mejor remedio: la prevención y, fundamental, la información. Y si tuviésemos funcionarios que no falseen datos o directamente los oculten como si esto fuera una guerra, tanto mejor.

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