El show fue muy emotivo, pero empezó con problemas técnicos de la banda y totalmente ajenos a otra cosa como sonido, etc., como la pedalera del guitarrista y o una cuerda de bajo que se rompió de entrada. A nadie pareció importarle demasiado y todo marchó Ok. Superado eso, lo que siguió fue una andanada de clásicos setenteros (Kansas tiene al menos 3 o 4 en cada disco), y como era de esperar, debieron dejar afuera del repertorio como 8 o 10 temas que perfectamente podrían haber incluido, pero claro, el concierto debería haber durado 4 horas así. Solamente un tema de 1980 y otro de 1983 hicieron, y el resto fue todo material viejo.

Momentos importantes del show: El comienzo, con la intro de "Magnum Opus" (¿Por qué será que no la tocan más completa?), "Point of Know Return" (detrás extrañé "Paradox"), "Cheyenne Anthem" seguro, siempre conmovedor, "Song For America", "Icarus: Born On Wings of Steel" (hay que decir que entre estos temas, "Carry On, Wayward Son" y "Dust in the Wind", que estaría de más señalar que los hicieron, parecen dos temas del montón) y podría agregar "Miracles Out of Nowhere", uno de mis preferidos de "Leftoverture". Cometería un crimen si dejara de mencionar a "The Wall", una de las pocas canciones de Kansas cantada íntegramente por Walsh, que desde luego fue interpretada en el recital. Es, cómo explicarlo, una tesis sobre la psicología humana y todo lo que sucede a su alrededor. Es el momento en la vida en que uno intenta avanzar y se encuentra con una norme pared. Y comienzan los momentos de reflexión, que son momentos inolvidables en la vida de cada uno. Es uno de los 2 o 3 clásicos sobre los que más deberíamos prestar atención.
Un párrafo aparte para el lugar: el Metro es perfecto para conciertos, si bien su capacidad lógicamente es muy reducida. Pero está todo ahí, cerquita, y se escucha genial. Y hasta se puede escabiar mientras uno mira el show, si lo desea.
El final fue reservado para "Carry On...", a toda orquesta y a toda pompa. Pienso, extraña historia la de esta banda, sus orígenes en Topeka, se juntaron algunos componentes muy religiosos ahí, proverbiales wasp como Kerry Livgren y Phil Ehart, el batero, con otros miembros no tan del palo como Steve Walsh, un característico amerindio cuyos rasgos se han acentuado con el paso de los años, y hay que decirlo, fue durante la primera época quien le hacía sombra al rubio Livgren en cuanto a liderazgo, de allí las tensiones internas que ya eran perceptibles hacia fines de los 70s (ver las contratapas de los álbumes nomás: "Kansas still is" a la hora de dar la formación).
Livgren, estadounidense pero de insoslayable porte escandinavo, ha sido y es seguramente un abierto defensor de los derechos de los pueblos originarios de su país, y gran predicador de las libertades individuales, según se aprecia en sus letras, baste con leer algunas como la de "Cheyenne Anthem", la mentada y famosísima "Dust in the Wind" -inspirada en la filosofía de los habitantes de Kaw, así se llamaba el territorio que hoy es Kansas- o la genial "Can I Tell You". Cómo me hubiera gustado que estuviese. Quizás para otra oportunidad. También, desde luego hubiese querido tener a Robby Steinhardt y su mágico violín. Pero la realidad no hace concesiones. Igual, su reemplazante David Ragsdale no le va en zaga. Está a la altura. (Y al terminar el show, ¡pude chocar las palmas con él y con William Greer, el bajista! Los dos con mejor onda para saludar al público.) Greer dijo en algún momento que estaba feliz de estar en la tierra del flamante ganador del US Open de tenis. Será-no será demagogia, lo que sí, practicá Willie cómo decir "Juan Martín Del Potro", para otra oportunidad.
Steve Walsh siempre se muestra profesionalmente muy serio (en cierto instante solicitó al público que no fume durante el show), Rich Williams ya es visiblemente un hombre mayor pero de una calidez impresionante. El hombre del parche en el ojo tiene esa clara imagen de bonachón e incondicional para la causa, siempre estará ahí pase lo que pase. Y algo que quisiera decir, me quedó marcado el gesto final que hizo Phil Ehart en el cierre, luego de hacer el último golpe, lanza los palillos hacia arriba, haciendo una reverencia al Señor. Un gesto impresionante, que no sé si lo hace desde hace un tiempo, pues nunca antes se lo he visto. Y debo decir no sin cierta pena que estuve "ahí" de manotear uno de sus palillos, arrojados al público después de los saludos, por su técnico.
Los Kansas se mostraron genuinos y eso es lo que más me gusta. Como reza la máxima bianchista, celebrémoslo porque no sabemos si habrá otra vez.