El jefe de redacción de The Washington Post ordenó alguna vez poner un enorme cartel que rezaba: "Una buena noticia no es noticia". Los periodistas son los que mejor comprenden a sus sociedades. Es más que lógico. Su profesión no es un sacerdocio, es un medio para ganarse la vida dentro de un fenomenal negocio.
¿Es mala palabra "negocio"? A ver. He leído hace mucho, por ahí, que en la Academia de Cine de Francia, los profesores solían preguntar a los nuevos alumnos en la primera clase: "¿Qué es el cine"? Luego de las más variadas respuestas, "es un arte", "es una expresión cultural", "es entretenimiento", se les decía, sin anestesia: "No. El cine es un negocio." Los europeos y los americanos del norte parecen tener muy claro este concepto.
Se está discutiendo una ley importantísima para nuestro país. Mucho más de lo que muchos piensan o creen. Observo un tratamiento todavía sin demasiado vuelo, sin el nivel que merece. He recibido en mi casilla toneladas de mails con las más diversas argumentaciones, teorías políticas y filosóficas de distintas tendencias ideológicas, todas muy respetables. He aquí el punto. Esto podría haberse convertido en una de las más apasionantes discusiones a la que todos hayamos asistido. Sin embargo, la puja nuevamente ha quedado reducida una vez más a un mero conflicto: mientras algunos están tratando de justificar el "qué", otros están objetando el "cómo" y el "quiénes".
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