
¿Y por casa? Está claro que nuestro país tiene muchas cuestiones pendientes de resolución. Como muy probablemente también le sucedió a Lula cuando asumió como presidente. A diferencia de nosotros, el brasileño se despojó rápidamente de sus atavíos ideológicos, que seguramente los conservará y a buen resguardo, y optó por el sincero camino de la coherencia en la continuidad de las políticas de estado de sus antecesores. Así es más difícil equivocarse.
Quizás, la clave de la recuperación argentina esté en abandonar su proverbial vocación tercermundista impuesta a vastos sectores sociales allá por mediados del siglo pasado. No hace falta hacer un gran recorrido para comprobar que no es poca la gente que profesa esa doctrina: en las universidades estatales, en los gremios, en los ámbitos intelectuales y políticos encontramos a muchas personas poco afectas a una integración seria con el mundo desarrollado. Es curioso, o no tanto, ver cómo no ocultan su admiración por Brasil y su progreso, pero a la hora en que se les pregunta con qué modelo se quedarían, con un capitalismo con sentido social como el de Lula o un populismo estilo Chávez, no dudan en adherir fervientemente a las políticas del caribeño antes que a las del oriundo de Pernambuco.
Allí empezaremos a encontrar algunas de las razones que explican la realidad de ambos países, el nuestro y el de ellos, marchando hoy en rumbos diametralmente opuestos.
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