jueves, 12 de noviembre de 2009

DÍAS KIRCHNERISTAS.

Definición de kirchnerismo: dícese de aquel segmento de la política que manifiesta ser lo que no es y hace lo que señala que nunca haría.


Son días de un grado de confusión alarmante. Sectores sociales que dicen sostener ideales de izquierda acompañan irrestrictamente las decisiones del núcleo kirchnerista. A su vez, un sector de la derecha más radicalizada del PJ, y esto hay que decirlo de una buena vez, residuo de lo que supo ser el viejo peronismo, estoy hablando de la CGT, ha tomado claramente la delantera en esto de acoplarse en un bloque monolítico al centro del poder, pero por razones bien distintas a la mencionada facción de izquierda. Sólo una cuestión de mantener o incrementar su cuota de poder. Baste observar nomás, que en medio de una significativa crisis social, ningún gremio alineado con la central sindical va a la protesta.


Por otra parte, tenemos a la izquierda más emblemática, encarnada hoy fundamentalmente en grupos de trabajadores y de estudiantes que concurren en su apoyo en mayor medida, metida en este embrollo social, tratando por todos los medios posibles, correctos o no, de emanciparse de una estructura sindical totalmente perimida y corrupta.


No hay que confundirse ni dejar que nos confundan. En este cachengue ideológico, ¿qué es hoy en día ser gorila? La pregunta me la hago principalmente porque el término está más que trillado, entre finales de los 40s y principios de los 50s significaba ni más ni menos que estar en contra del mismísimo peronismo y eventualmente de sus ideales y propuestas, si es por eso, mi viejo (radical) hubiese sido casi un exégeta del gorilismo, ya que en su momento, siendo empleado de los FF.CC. del Estado, se negó terminantemente a llevar la corbata negra en señal de luto por la muerte de Eva Perón; no le parecía muy democrático el método compulsivo al que fueron sometidos él y sus compañeros, razón por la cual fue despedido. Evidentemente, hay gente que sabe interpretar la democracia, y gente que no, defendiéndola sólo cuando le es exclusivamente funcional.


Pero aquí propongo un sinceramiento, aquel individuo tachado hoy de una manera simplista y descalificadora de gorila, ¿a qué perfil responde? Si se tratara de un oligarca, será uno que rechaza los métodos autoritarios. El imaginario colectivo no acepta este tipo de perfil. Y si se intentara hacer una defensa del “modelo” desde la izquierda, difícilmente un oligarca tenga palabras desfavorables con respecto a un capitalismo de amigos, tan redondito como un balón y ejercido con total desparpajo. Después de todo, el peyorativo “gorila” está intentando desesperadamente señalar a quienes se oponen a una entelequia, por cuanto el peronismo ha dejado de existir hace muchísimo tiempo. Quedan peronistas auténticos, sí, y queda también un residuo con ribetes de parodia de lo que fue el peronismo, una estructura política llamada PJ de lo más heterogénea, pero vertical, sí, que ha servido para cualquier fin menos para los fines sagrados de la política, la mejora de la situación social y un avance como país. Menem dice ser peronista, y cualquier ex montonero también dice serlo. Pasarán los años, y se seguirá confundiendo peronismo con PJ y como sucede actualmente, peronismo con kirchnerismo.


Si hubiera que hacer un breve análisis del kirchnerismo y de su mentor, lo primero que hay que reconocerle es que SABE LO QUE QUIERE, PODER Y DINERO. Y cuanto más tiempo y en mayor cantidad, mejor. Y que no va a vacilar en la utilización de ningún método para conseguirlos. Pero esto no dice gran cosa del sujeto, un delincuente también sabe lo que quiere. Que la oposición no demuestre tales intenciones, ¿es bueno o es malo? Por lo pronto, la diatriba siempre está a años luz del interés común.


Yabrán dijo en ese famoso reportaje concedido al Tío Bernie en 1997, “El dinero es poder, y el poder, impunidad”, sonriendo como ese abuelito que comparte un rato con su nieto. ¿Alcanzará finalmente su meta nuestro maquiavélico príncipe junto a sus aliados de ocasión? El escenario actual no parece ser el mejor para lograrlo, sí para intentarlo por todos los medios, pero la meta parece estar cada día más lejos.


El dilema social, no tanto del poder, es: ¿nos sirve un todopoderoso? Que el único objetivo que se plantee quien ejerce el poder sea eternizarse ahí, no le sirve ni a la democracia ni a las instituciones. Creemos que los gobiernos están al servicio de los habitantes de un país, como nos enseñaron en la escuela. Aquí tampoco hay que confundirse, puede ser muy legal servirse de todos los atributos que brindan la democracia y la ley para intentar la aventura de sostenerse ad eternum en la cima del poder, pero si ese es el único fin, nuestras esperanzas como sociedad se verán truncas.


¿Clima destituyente? En la desesperación, como en la ambición desmedida, el ego oculta al genio, y suele proyectar en el otro sus más profundas miserias.


2 comentarios:

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
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