Hoy quisiera apartarme un poquito de los temas que suelo tocar en este blog. La política y la situación de nuestro país son temas que siempre concitan mi atención. Aprovecho para hacer mía una frase que alguna vez escuché por ahí: ocupémonos de los políticos porque, de lo contrario los políticos se terminarán ocupando de nosotros.
No descubro nada ni sorprendo a nadie si digo que nuestro país y nuestra sociedad están viviendo horas tristísimas. Ayer por la noche me acerqué a la manifestación frente a la Quinta de Olivos, estaba con mi media sandía y ninguno de los dos llevábamos ni cacerolas ni pancartas. Fuimos como simples observadores y desde luego, a acompañar a los allí congregados. Algo que me reconfortó, dentro de cierto clima de tensión, fue el sentimiento homogéneo que observé, mucha gente se movilizó frente al hastío que le provocan sus gobernantes. Allí no había gente que fuera a pedirle la renuncia incondicional a la presidenta (pudo haber algún trasnochado en ese sentido pero quedó en minoría), mucho menos se sugirió que una pronta reunión del Congreso le inicie un juicio político y la destituya, ni nada de eso. El sentimiento general que pude apreciar es que este estilo de conducción ya fracasó y necesitamos recuperar las instituciones de la República. Instituciones que hoy virtualmente desaparecieron. Casi nada.
Hace un tiempo, refiriéndome al golpe de marzo de 1976, me hice una pregunta, la de si en verdad habíamos aprendido la lección como sociedad luego de 32 años. Los acontecimientos de los últimos días me relevan de dar la respuesta. Y también hablé de la fractura social, que yo francamente no percibo pese al constante fogoneo oficial por querer cristalizarla. Fractura que de producirse, sería un solo paso hacia algo todavía mucho peor: la completa sumisión de todo un pueblo a un poder hegemónico. Una venezolanización, para ponerlo en términos bien gráficos. Incluso, un par de meses antes de las elecciones de 2005 yo advertí en un largo mail para que fuese reenviado hasta el infinito que había que estar atentos a esto, que había que involucrarse y votar, no importaba por quien. Y dije que si no nos ocupábamos esto no iba a cambiar más. Lentamente se veía venir lo que hoy ha llegado para quedarse. ¿Hasta cuándo? No se sabe. Espero que todos tengamos sensatez y respetemos los tiempos que corresponden.
¿Resultado de mi pedido? Amplio triunfo del Frente Para la Victoria y una inmediata virtual clausura del Congreso. Claro, para qué queremos un Congreso los argentinos si ahora todas las decisiones las toma una sola persona. Las de carácter legal y las otras. Y tanto peor aún, quien en los papeles es nuestra máxima autoridad tiene totalmente vedada cualquier toma de resolución importante, las decisiones corren por cuenta de su marido el ex presidente. Patético y muy peligroso.
¿Qué se está discutiendo? ¿Si los productores rurales son unos avaros que se niegan a tributar para una supuesta distribución de recursos entre los que menos tienen? Toda gran crisis termina estallando por un incidente menor. Y ésta no iba a ser la excepción. Como dicen los médicos, la patada al hígado no viene por lo último que comiste. Y aquí, la gente del campo viene observando desde hace bastante cómo el dinero de las retenciones se esfuma permanentemente en cuestiones que poco tienen que ver con una justa distribución de la riqueza, muy por el contrario, ven que los recursos van a parar a una caja utilizada por el ex presidente con fines non sanctos, básicamente para un disciplinamiento de gobernadores e intendentes sometidos a su voluntad a la hora de recibir magras partidas presupuestarias para sus distritos. Consecuencia de esto, los pueblos del interior, atados a la actividad rural fundamentalmente, paulatinamente se han ido empobreciendo, cuando, si se hiciera lo que manda la ley, esa masa de dinero se debería coparticipar y, no solo la actividad agropecuaria, también la industrial y la comercial, tendrían suficiente combustible para continuar con su actividad.
La gente que acompaña los reclamos del campo en las calles, sólo acompaña, pero este conflicto ha trascendido hace tiempo el tema rural y aquí se han sumado una serie de cuestionamientos al Gobierno que creo no haría falta enumerar. Hay mucho enojo en la gente. Y mucho cansancio.
¿Cómo se sale de esto? ¡Imposible!, dicen algunos, y quizás razón no les falte, teniendo en cuenta el carácter de ese personaje que se encuentra en el centro de la escena. Y de su nostalgia por aquellos viejos ideales setentistas, para quienes la democracia siempre fue un asunto menor, las cosas se resuelven a matar o morir, con confrontación y sin escatimar recursos violentos. Maniqueísmo llevado al extremo. Yo supongo que, o deberá surgir algún milagroso actor de entre las filas del propio partido gobernante con un notable poder de persuasión, o alguien decidido a cortar este nudo gordiano que, a esta altura de los hechos a más de uno nos hace preguntarnos: ¿en qué punto nos habremos equivocado los argentinos para tener esto? ¿Era necesario?
Mientras tanto, seguiré esperando el alba.
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