domingo, 29 de junio de 2008

TODOS MIENTEN, MENOS YO.

Ayer por la mañana venía yo repantigado en el asiento del subte, mirando el techo, y llamó mi atención un sticker que estaba pegado en el techo del coche, con un logo y los conocidos caracteres del diario de mayor venta en el país. El mensaje era bien directo: Clarín Miente.

En primer lugar, aclaro que no soy lector de ese diario. Hace muchos años que dejé de comprarlo, más de 20, tal vez. Y nunca fue mi medio gráfico de cabecera. Sí, en cambio, siempre lo fue La Nación. Recuerdo que mi viejo llegaba por las tardes a casa del trabajo y dejaba el diario sobre la mesa del comedor. Y una vez que comprobaba que ya nadie lo leería me lo llevaba a mi pieza y podía estar hasta altas horas de la noche leyéndolo. Esto habrá empezado cuando yo no tenía más que 10 u 11 años, y siguió por bastante tiempo. Nunca tuve mucha afinidad con la otra lectura, la de los libros de cuentos, novelas y etc., así que encontré mi fuente de conocimiento en los diarios y las revistas, primordialmente auscultando cuanto artículo periodístico o científico que se me cruzara por delante. Recuerdo también que cuando comencé a ganarme mis primeros pesitos con trabajos temporales, se me dio por comprar Clarín y después se me hizo ciertamente un hábito llevarlo al colegio, alguno que lea esto y me conozca tal vez lo recuerde, entre libros y carpetas casi siempre estaba ahí dobladito. La idea era, después, hacer un trueque con mi viejo a la tarde o noche, aunque a mi viejo no le resultara muy gratificante la transacción, nunca simpatizó demasiado con la línea editorial del diario de los Noble.

De modo que, esta costumbre de estar mínimamente informado sobre algunas cosas de la actualidad política y el resto de las cosas es ya una gimnasia que vengo ejercitando hace bastante.

Ahora bien. ¿Cuánta gente compra diarios? Seguramente mucha, aunque con el proverbial avance tecnológico es fácil suponer que ahora no es tanta en relación con lo que era hace 20 o 30 años. Y se acepta sin reparos el dato de que Clarín sigue siendo el diario más comprado. ¿Qué relación ha tenido este diario con el Poder en sus algo más de 60 años? Bastante en algunos momentos de la historia, y muy volátil en otra. Ha ido zigzagueando según los tiempos. Aquí vuelvo al sticker sentencioso del comienzo. Clarín Miente. ¿Y eso a quién le importa? Solamente a quien le importe que la mentira surta el efecto deseado, favorable o contrario a sus intereses políticos o económicos, según sea. Nadie miente de gusto, nada más.

Esta cuestión de los medios periodísticos, ya no sólo los gráficos, los electrónicos también, desde hace un tiempo se ha puesto bajo la lupa del Poder y las críticas a determinados grupos empresarios de la noticia han ido in crescendo, primero desde algunos funcionarios y últimamente desde algunos funcionales al Poder. ¿Será que nuestros mandatarios consideran al público consumidor de información poco apto para captar una realidad determinada, de tal forma que si una información es hábilmente manipulada no debería llegar a una gran cantidad de ciudadanos comunes? En criollo, ¿considera que el común de la gente es muy poco instruida como para recibir noticias cuya toma de conocimiento implique un riesgo serio para el accionar de cualquier gobierno? ¿La gente se cree todo lo que lee o le dicen? Yo no estaría tan seguro. El lector de diarios jamás toma a cada nota o artículo como la verdad revelada, compara con otras informaciones provenientes de otros medios y en lo posible saca conclusiones.

Abraham Lincoln dijo (lo habrán escuchado o leído en más de una oportunidad) que se puede engañar a poca gente durante mucho tiempo, a mucha gente durante poco tiempo pero nunca a toda la gente todo el tiempo. Y esto le cabe principalmente al Poder. Desde hace un tiempo, muchos medios periodísticos –no sólo Clarín- vienen advirtiendo señales poco claras desde el Gobierno. Ambigüedad en el mensaje. O contradicciones entre el discurso y la acción. Y lo reflejan en hechos políticos o tomas de decisiones que no son de menor importancia. Entonces, ¿qué es lo que le podría estar molestando al Poder? ¿Que el mensaje por él trasmitido no llegue a los ojos y oídos de la gente como él quiere? ¿Que detrás de cada distinto punto de vista de un editorial o de cualquier otra información se produzca un rápido desencanto entre el público, con la consiguiente disminución de popularidad o un eventual distanciamiento de la opinión pública?

Primero, convengamos que cada medio informativo tiene como misión fundamental informar, esto está claro, pero también es un negocio. Nadie funda un diario o crea un informativo televisivo o radial para perder plata. Cada uno cuida su kiosquito. Por otro lado, desde que las cámaras de televisión salieron a ganar la calle y trasmiten en vivo, sin edición de material, han puesto al descubierto infinidad de hechos, desde los más censurables hasta las notitas de color. Aquí tenemos un punto interesante para analizar, por cuanto el Poder en general no es lerdo y, advirtiendo esta circunstancia, ha organizado inescrupulosamente rápidos operativos para desbaratar cualquier intento de manifestación callejera que no le sea conveniente. Ordenando a la policía a la disuasión o directamente a la represión de los manifestantes, o enviando a grupos de personas cuyo remitente es ciertamente difícil ¿difícil? de precisar.

Segundo, el ciudadano que se informa , si no se entera, sospecha las cosas. Y si sospecha que algo que lee o escucha merecería una investigación más exhaustiva de los hechos, la hace. Hoy tiene acceso al más variopinto panorama de medios, radio, TV, internet. Y puede sacar más conclusiones, como ya dije. Y vive, en muchos casos, la realidad del día a día. Y soporta, por ejemplo, que se anuncie un índice de inflación oficial muy poco serio, por no decir dibujado, informado por los más diversos medios de comunicación que tratan el tema de manera benevolente en general, salvo algunos casos muy puntuales en donde se acentúa la crítica. Pero el número es oficial y no se discute más. No hablaré de otros índices alarmantes que se nos dan y con los que nadie está de acuerdo por una mera cuestión de percepción social. Aquí, pareciera que ni Clarín ni los demás mienten.

¿Puede un gobierno acusar de falsarios a los medios, cuando en cinco años no ha dado una sola conferencia de prensa? ¿Cuando los ningunea en el extrajero también, y les da nota sólo a los medios foráneos? ¿Cuando para decir “sus verdades” utiliza el canal oficial, del que se ha ocupado prolijamente en sacarse de encima a cuanto periodista (prestigioso, un muchos casos) para dejar un plantel que le sirva exclusivamente para transmitirlas al conjunto de la sociedad? Esto, cuando no utiliza la cadena oficial. Con el Grupo Clarín, por caso, es con quien tiene mayor encono, pero ya existe el patético antecedente de Joaquín Morales Solá, columnista de La Nación, a quien la persona que ahora ejerce la presidencia le dedicó media sesión en el Senado de la Nación en alguna oportunidad, haciéndole saber a todos sus pares que no le gustaban sus editoriales tendenciosos y desestabilizadores.

¿Tan peligroso es el periodismo en una democracia? ¿No sería mejor gobernar de otra manera, con procedimientos más trasparentes? A un tipo como Alejandro Dolina, a quien yo siempre le guardé un cierto respeto por sus convicciones, aún cuando mis ideas políticas no sean coincidentes en general con las de él, lo vengo escuchando desde hace un tiempo quejarse de una suerte de “procedimientos estalinistas”, por ejemplo en los casos en que se detectan hechos de corrupción en el Estado por medio de cámaras ocultas. Y señalar que la cobertura de conflictos como el del Campo con el Gobierno, es bastante peligrosa para la paz social. Caballero, las cámaras están ahí, los hechos son sagrados y las opiniones son libres. Solo un comentario al respecto: ojo con esta clase de aseveraciones, no tanto en el caso de Dolina, pero sí en otros casos en los que, machacando permanentemente sobre una situación o sobre el perfil de una persona, es muy factible que quien transmite ese mensaje en realidad esté hablando de sí mismo, no de quien dice criticar. Esto está estudiado en psicología. La gente, de última, ve lo que ve y reflexionará de acuerdo a su conciencia. Sucede que, el gran público consumidor de TV se encuentra entre los sectores sociales más humildes, y allí radica la base del sustento electoral del Poder. Ahora, si el Poder tiene un plan secreto, y las cosas no marchan como estaba previsto, seguramente se empezará a molestar con los medios que informan. En tal caso, yo sugeriría, como lo ha hecho hace unos pocos días una conspicua dirigente social ligada a la defensa de los derechos humanos, tomar de una buena vez por asalto Canal 7 y Radio Nacional para que la gente se informe sobre lo que hay que saber. O sobre lo que ellos creen que debería ser el modo de vida de los argentinos. Tenemos ejemplos de este tipo. En Venezuela, por ejemplo, fueron pasados a la órbita estatal una serie de medios privados, no hablemos del programa “Aló Presidente”, eso ya es sabido que no resiste el menor comentario, pero la cosa es que esos medios, los canales de TV principalmente, pasaron de ser canales muy vistos a ser medios de entretenimiento a los que la gente les ha dado la espalda. A la gente se la puede dominar, pero no tratarla de estúpida.

Recuerdo haber visto en televisión que en ocasión de una cumbre latinoamericana, un periodista se le acerca como puede a Fidel Castro y le hace una pregunta bastante comprometedora, a lo que el dictador cubano le respondió: ¿quién te envió a hacer esa pregunta? La descalificación al oponente es muy característica en quienes tienen el culo sucio, quienes tienen muchas cosas que ocultar. Y se armó un pequeño incidente que no pasó a mayores, don Castro le quiso mandar a sus custodios para que se hicieran rápidamente cargo de él, pero no pasó gran cosa después. Yo, en lugar del periodista, le hubiese dicho: “ya está, hermano, ya me contestaste todo, lo que quería saber y lo que no quería saber también.”

Miren que hay medios y medios periodísticos. De última, nuestros gobernantes podrían sugerirle a nuestro pueblo que lea Página 12, que desde que se hizo cargo nuestro actual gobierno se ha convertido, dicho por su propio ex director Jorge Lanata, en el órgano oficial del Poder Ejecutivo.

Todo esto, dicho en el supuesto caso en que todos creamos en la democracia. De lo contrario, seguiremos en discusiones baladíes. Y la salida estará cada vez más lejos.

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